jueves, 11 de enero de 2018

No todo es alegría en verano

En verano vemos las redes sociales llenarse de imágenes de gente riéndose, disfrutando, jugando al aire libre, gozando sus vacaciones.

En ese mismo verano muchas personas no pueden sentirse identificadas con estas situaciones porque su realidad personal es muy diferente, y no nos referimos a las personas que no pueden acceder a la playa, a lugares de veraneo por estar trabajando u ocupándose de otros asuntos importantes.

Algunas personas no tienen la capacidad de disfrutar porque se sienten mal consigo mismas, con escasa o ninguna confianza de conseguir pasarla bien en este tipo de situaciones. Su valoración personal es tan poca que creen (erróneamente) que el resto de las personas no se sentirían a gusto con ellas, que no podrían sostener una conversación divertida o interesante, que poco pueden aportar al colectivo que les rodea.

Este mismo sentimiento de ineficacia es el que trasladan a sus cuerpos, sintiéndose feos, gordos, inapropiados. Hasta llegar a avergonzarse de ser vistos, por cualquier persona. Son personas que evitan exponerse a esas situaciones y rechazan invitaciones con excusas de cualquier tipo, y si no pueden obviarlas intentan pasar desapercibidos y permanecen vestidos en la playa o cubren las partes del cuerpo que consideran no deberían mostrar (brazos, piernas).

Probablemente estas personas intenten ocultar su sufrimiento, porque ni siquiera se sienten con derecho a sentirse mal, y lo callan y acentúan; incluso les lleva a tomar decisiones equivocadas una y otra vez.

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miércoles, 3 de enero de 2018

El sol puede volver a brillar

Testimonio de una paciente en recuperación

Un día, hace varios meses atrás, le abrí las puertas de mi vida sin ser consciente de lo que a ella le ocasionaría.

Apenas la conocí me sedujo, sentí que era lo que mi vida estaba necesitando, lo que me haría elevar mi autoestima, ser aceptada y querida.

Comencé a tomarle un cariño que crecía a pasos de gigantes, a encerrarme solamente en ella, creer únicamente en sus palabras, en lo que ella me mostraba; ya nada de lo que estaba a mi alrededor tenía tanta importancia como ella.

Paralelamente crecían las mentiras, el encierro, el dolor, la irritabilidad, la ansiedad, la sensación de que nada era suficiente; necesitaba más.

Todo continuó así hasta un día en el que me encontré en un mundo desconocido, oscuro; ya no me reconocía.

Eso que al principio era como un jardín que florece en primavera se había convertido en un tormento, la felicidad se había alejado de mí y con ello la de mis seres queridos, a los cuales los había sumergido en un inmenso dolor, en la desesperación de no saber cómo actuar ante lo que estaba sucediendo en mi vida.

No era consciente de que había caído en una enfermedad, debía poner todo de mí para salir de ella, no quería, algo dentro de mí me hacía sentir mucho miedo de alejarme de ella, las voces no paraban de hablar y decir que sin ella era mejor no vivir.

Gracias a Dios, al apoyo incondicional de mis seres queridos y el de Vitalis, pude comprender que no debía dar por perdida la batalla sino que debía luchar para superarla y así recuperar lo que con la enfermedad había perdido.

Hoy puedo decir que el sol ha vuelto a brillar en mi vida, sin dudas todavía debo superar algunos obstáculos pero a pesar de eso, de algo estoy segura y es de que no quiero nunca más a esa enfermedad llamada anorexia en mi vida, la quiero lejos; muy lejos de mí.