Nada de lo que ocurre a los hijos es ajeno a los padres. Cuando estos perciben que algo no anda bien se encienden las alertas, no es fácil identificar cuándo un adolescente no está bien de una forma en que necesite recibir ayuda profesional. La adolescencia se atraviesa con dolor en ellos y en su entorno: los cambios de ánimo, el aumento del aislamiento, el rechazo al tipo de vínculo que tuvieron durante la infancia, la falta de empatía, el desorden...todo normal...hasta cierto punto.
Los padres, hermanos, abuelos y quienes están cerca se adaptan a las nuevas necesidades que trae el paso del tiempo, una nueva fuerza arremete desde abajo pidiendo expandirse, rompiendo límites y viejas costumbres, cuestionando tradiciones y valores. Las jerarquías superiores requieren de mucho temple para no sentirse ofendidos y dolidos por estos pequeños atrevidos revolucionarios. Frecuentemente coincide con la etapa media de la vida en donde una autoevaluación permite visualizar lo andado y pronosticar cómo serán los años venideros, algunos cuestionamientos en este momento no siempre son bien recibidos.
El aumento de tensión que no se resuelve puede desembocar en un Trastorno Alimentario, no entender a qué corresponde este Trastorno favorece a que se mantenga en el tiempo, si se brinda ayuda de forma amorosa pero errónea.
En Vitalis prestamos una atención especial a la interacción de quien sufre un Trastorno Alimentario con toda su familia o entorno más cercano, todos tienen un lugar importante que aporta a la curación. Los hijos siempre están dispuestos a modificar el tipo de relacionamiento, siempre hay tiempo, toda situación es mejorable. Solamente que todos están implicados, cambia uno y cambian todos.
Se trata de buscar el camino para llegar al mejor destino, lo más rápido posible, de la mejor forma.
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