Nadie elige vivir con un Trastorno Alimentario, es una enfermedad que poco a poco va instalándose en la vida de un adolescente, sin darse cuenta. Intentado dar un sentido a otras cosas, se encuentra un camino que conduce a una trampa.
Por la forma de inicio de estos Trastornos: progresiva e insidiosa es que tenemos que enfocarnos a pensar qué es posible hacer desde el entorno de niños y adolescentes para no encontrarnos un tiempo después con conductas sintomáticas.
Crecer en un ambiente seguro que permita expresar lo que siente nos asegura saber qué necesidades un/a niño/a está teniendo. Trasmitir sentimientos, deseos, emociones sin ser juzgados o criticados ayuda a poder pensarse y saber qué quiere.
El entorno muestra valores, establece metas, marca un modo de resolver problemas, se enseña con palabras y los hijos aprenden mirando. Lo que hagamos quedará marcado con mucha más intensidad que lo que les digamos con palabras.
De la misma forma se va construyendo la autoestima, entendiendo qué lugar ellos/as ocupan en la familia, en los intereses de los padres y las expectativas que se tiene de ellos: en una sutil percepción de saberse digno de cumplir con lo esperado o nunca poder alcanzar ese estándar. Una búsqueda frenética por complacer a los padres puede desarrollar una autoexigencia hacia el perfeccionismo que nunca llegará a ser satisfactoria.
En la pubertad el cuerpo de niño/a va tomando progresivamente la forma más definitiva de su cuerpo adulto, esta percepción de trasformación inquieta a los niños/as que no saben cuándo se detiene ni que resultado final tendrá. Una mirada a los padres puede ser un adelanto de lo que vendrá. Los comentarios y valoraciones que hagan sus progenitores marcará su autoestima como si acaso alguien pudiera generar una estructura diferente a la que nos es dada genéticamente.
Las observaciones que corresponde hacer a los padres son en relación al cumplimiento de los hábitos y rutinas planteadas en casa. La alimentación de los/as niños/as es responsabilidad de sus padres, ellos eligen como tales, como elegirían otras conductas de un modo infantil, comerían golosinas todos los días, no se bañarían, ni harían los deberes o se vacunarían. Son tareas que los adultos deben presentar como saludables y hacerlas llevar a cabo. Es por esto que los comentarios sobre el peso de los niños/as o adolescentes nunca es oportuno, si el peso no es saludable, son los adultos los que deben tomar la responsabilidad del caso, y no un día, sino como una tarea cotidiana.
La crianza es una tarea muy larga, compleja, llena de desafíos y aprendizajes cotidianos. Los padres hacen siempre su mejor esfuerzo para criar hijos felices y plenos. No siempre se sabe la repercusión que los actos tienen en su vida, muchas veces es tratando de ayudar que se cometen errores. Para eso sirve informarse e intentar conocer cómo evitar enfermedades y situaciones penosas. Igualmente la vida hará lo suyo y nadie tiene la capacidad para controlarlo todo.
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